domingo, 31 de octubre de 2010

Las espinas que liberan


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A veces es necesario centrarse en las espinas. Puede sonar masoquista o ilógico, y hasta inhumano, pero en determinadas ocasiones –las menos, pero las más significativas para la existencia- no sólo es bueno sino que es imprescindible mirar de frente aquello que duele, que pincha, que molesta, que incomoda, que hiere, que raspa, que amenaza.
No tiene nada de bello, claro, pero sí mucho de sublime, de trascendencia, de superación. Porque acoger lo bello es desde un primer momento gratificante, pero enfrentarse a las filosas puntas que dejan cicatrices eternas, eso sí que es todo un desafío. La aventura está en lo ilógico de la situación: codearse con las espinas para alcanzar aquello que difuso, pero cierto, nos espera del otro lado.
¿Y qué es aquello borroso al final? Nuestros deseos más profundos.
Cuando alcanzamos lo precioso, esa flor soñada, ese sueño florecido, después de haber logrado sortear ese pasillo de anónimas amenazas, la victoria es doble. Por un lado, por haber logrado la meta, pero por otro, por haber soportado estoicamente lo insoportable, por haber vencido el dolor, por haber mirado de frente las espinas que de igual manera –las cruzáramos o no- ya pinchaban.
Las marcas en la piel aún rasgada, nos harán recordar, siempre que las miremos, que lo que se consigue con dolor, con sufrimiento y con entereza, a pesar de las heridas, nos fortalece mucho más para lo que vendrá.
No es fácil tomar la decisión de atravesar los filos cortantes, pero debe motivarnos la absoluta certeza de que al final estará esperando, limpio, radiante y floreciente, aquel sueño que nos parecía imposible alcanzar.

jueves, 28 de octubre de 2010

No hay tiempo que perder


Hay un tiempo para cada cosa. Y entre ellos hay un momento exacto, preciso, justo, destinado exclusivamente para cada uno. Son esos instantes en los que las campanadas indican insistentemente que, con la mayor urgencia y decisión posibles, debemos subir a la torre más alta y desde allí observar en conjunto y en detalle toda nuestra vida. Girando 360º podemos ver todo, inclusive aquellos lugares donde el sol no llega, donde hay sombras, donde hay oscuridades, donde aparentemente no hay nada.

Si bien sabemos el momento exacto en el que subimos, nunca sabemos cuándo volvemos a estar al nivel del suelo… hasta que algún indicio nos lo diga. Pero lo importante no es anhelar el descenso, sino disfrutar (aunque sea doloroso) de la esplendorosa vista de nuestra vida y desde allí admirarla… ¡Comienzan las 12 campanadas y ya no hay tiempo que perder!

lunes, 25 de octubre de 2010

La belleza de elegir


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La belleza tiene miles de formas. Y depende de cada uno elegir la que más le conviene, la que más le gusta, la que más le atrae. El problema es cuando se presentan frente a nuestra vida varias opciones, todas igualmente bellas. Porque ahí es cuando debemos resignar, optar y hasta renunciar. Y eso generalmente duele. Y más aún si se trata de descartar lo menos hermoso (si vale la expresión).

¿Y si no elegimos? ¿Si tomamos todas las alternativas?… Es posible, pero a la larga tiene un efecto contrario, porque de tanto querer acaparar, al final nos quedaremos sin ninguna. Antes o después, así será.

¿Y porqué son todas las opciones igualmente bellas?… Porque tienen y transmiten vida. Porque tiene colores únicos y admirables. Porque su aroma es especial. Porque florecieron, crecieron, maduraron. Porque son exclusivamente para nosotros.

Entonces, la cuestión es decidirse, sabiendo de antemano que una elección implica inevitablemente varias renuncias. Así como el pimpollo tuvo que morir para dar lugar a la vida de la rosa, así debemos nosotros renunciar a muchas bellezas para elegir aquella, única, que será nuestra.

- ¿Y si no elijo y dejo que el destino lo haga por mí?

- Habrás perdido no sólo la oportunidad de tomar las riendas de tus propios actos, sino que además correrás el serio riesgo de que la opción final no sea la mejor para ti.

La clave es entonces asumir el desafío y experimentar la belleza de elegir

viernes, 22 de octubre de 2010

Sabiduría yupanquiana


martes, 19 de octubre de 2010

El partido de la vida


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- ¿Jugamos?

La vida es un partido que hay que disfrutar… por el simple privilegio de participar.

- ¿Quién trajo la pelota?

Hay elementos que son imprescindibles para jugar… y se ponen en común para comenzar.

- ¡No emboco una!

A veces la puntería está fuera de foco….

- ¡Me salen todas!

…pero otras veces se siente muy seguido el placer de las pequeñas victorias.

- ¡Mirá la que me salió!

Es bueno valorarse las virtudes, los aciertos, los momentos de inspiración…

- ¡Cómo voy a errar eso!

…pero también es necesario admitir las equivocaciones, los desaciertos, los yerros más simples.

- ¡Tira para tres puntos…!

Si en el partido de la vida no arriesgamos, es más difícil el éxito y se pierde la esencia del juego.

- ¡Falta!

No hay que desesperarse ante las trabas que nos van poniendo en nuestro camino al triunfo.

- ¡Tiro libre!

Cuando nadie nos marca y depende sólo de nosotros, tranquilos y centrados en el objetivo, debemos anotar.

- ¡Minuto!

Descansar debe ser una prioridad en determinados momentos del juego… y si no lo pide uno, otros seguramente lo gritarán.

- ¡Vos te parás acá… vos recibís acá… y vos tirás!

La estrategia es esencial. Y adecuarse a las circunstancias, cambiar durante la marcha, más todavía.

- ¡Segundos finales. El partido empatado!

Hay momentos en los que estamos a mano, pero sabemos que alguien tiene que inclinar la balanza.

- ¡Y tenemos un ganador!

A veces perdemos… a veces ganamos… la próxima vez será al revés.

- ¡Estuvo bueno!

La satisfacción por participar y compartir sobrepasa todo resultado.

- ¿Nos encontramos mañana y jugamos de nuevo?

La invitación está hecha y la cancha de la vida espera para un nuevo partido. Nos espera cada día.

domingo, 17 de octubre de 2010

El mayor regalo de una madre


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Nos hace iguales. Nos hace seres humanos.

Nos cuida como nadie. Para ella somos únicos.

Nos da todo.

No nos pide nada a cambio.

Alienta. Corrige. Vuelve a alentar.

Protege.

Sufre con los desaciertos. Los sabe parte de la vida.

Su sostén son pequeños instantes.

Sostiene.

Siembra pero deja que los frutos maduren en otro lado.

El rocío de su cosecha son lágrimas… de emoción y de las otras.

Cobija. Alimenta.

Es lugar de descanso.

Insiste. No impone. Insiste nuevamente.

Entrega.

Perdona. Perdona. Perdona. Perdona.

Agradece todos los días.

Su misión nace con un milagro. Después hay muchos más.

Lleva en su seno lo que después se irá.

Su cuerpo se deforma para dar forma a la humanidad de otro.

Ese otro es que su extensión. Que depende de ella.

No mide cuando se trata de amor.

No mide cuando se trata de sacrificios.

No mide cuando se trata de los otros.

Purifica. Aclara. Despeja.

Es puerto de partida y de llegada.

Es puente.

Es puerta abierta para guarecerse o para arriesgarse.

Sabe que lo pequeño será enorme. Confía ciegamente.

Durante 9 meses lo mantiene en secreto. En íntimo secreto.

Un cordón los conecta. Para siempre.

Su mayor alegría es su mayor dolor. En el parto. Siempre.

Parió. Y lo hace cada día. Por nosotros.

Y ese, dentro de todos los anteriores, es su mayor regalo: poder regalar vida.

jueves, 14 de octubre de 2010

Una sonrisa me espera


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Cabizbajo. Meditabundo. Ensimismado en mis preocupaciones. Así arrastraba mis pies por el cementerio de asfalto, gris y nunca novedoso.

Todo tenía la maldita virtud de transformarse, sin prisa pero inevitablemente, en problemas, en enredos, en atascos, en situaciones insalvables.

Masoquista, me molestaban aquellas alegres y despojadas realidades que azarosamente se cruzaban por mi humanidad, pero no podía dejar de envidiarlas y de intentar –siempre en vano- recordar cuándo había tenido algo parecido.

Los sonidos se agudizaban y me ensordecían. Todo parecía una suma de gritos amplificados a propósito. Hasta el aleteo del picaflor provocaba estruendo.

Ojalá todo hubiera sido al menos negro. Sería un movilizante extremo. Así lo insulso y desesperante del gris habría sido desterrado. Y algo habría tenido algún sentido claro.

Se confundía la intranquilidad, la ansiedad, la impaciencia –todas extremas-, con la pasividad, la apatía, el desinterés –también extremos.

¿La vida?… Cada vez quedaban recuerdos más vagos y distantes de aquello que estuvo en su esplendor.

Las fuerzas se iban agotando. Las pocas que no habían decidido huir sin previo aviso.

Pero (siempre hay un “pero”… inclusive a pesar nuestro), algo o alguien –no recuerdo bien- hizo que levantara la mirada. Lentamente los ojos salieron de su letargo y se elevaron 180 grados, desde el suelo hasta el cielo.

Sin saber bien por qué, vi nuevamente, después de mucho tiempo, un color: era el celeste limpio de la bóveda. Y allí fue cuando vi la sonrisa que el destino tenía preparada para mí…

Hoy, lo gris se va pintando con diferentes matices de rojos, verdes y azules. Y de aquella desolada realidad me quedó una enseñanza: cada vez que los colores quieran desaparecer, sólo tengo que levantar la mirada y descubrir la sonrisa que seguro me está esperando.

martes, 12 de octubre de 2010

12 de Octubre…


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…habría que preguntarse hasta que punto ha sido vencida una cultura que subyace en nuestra memoria colectiva y pugna tozudamente por perdurar a través de los siglos y lo consigue con la permanencia de sus ritos y creencias ancestrales, con la permanente vigilia de quienes son descendientes directos de los que alguna vez fueron dueños de estos territorios y del continente entero, con la inevitable emoción que nos embarga cuando el sonido de una quena, un erke, un sikus golpea nuestro corazón y nos remite involuntariamente a una zona que nuestra memoria reconoce, dolorida y melancólica, como si ese sonido perteneciera a un bello pasaje de nuestra vida anterior.

…la verdad aflora siempre y allí está para reafirmar su alto valor estético algunas muestras del arte cerámico, de la escultura en piedra y los tejidos precolombinos que desde el silencio nos golpean con su callada y misteriosa belleza. ¿Qué hubiéramos sido, si hubiéramos podido ser en toda nuestra plenitud? Podemos todavía, sin embargo, tratar de reconstruir desde las tinieblas la historia de los pueblos de los que ni siquiera sus huesos han sido respetados.

Taki Ongoy - Víctor Heredia

domingo, 10 de octubre de 2010

Los “cuando” del Amor


¿Cómo saber qué es el amor? ¿Cómo saber si alguna vez si sentimos el amor? ¿Cómo saber si seguimos enamorados?
Cuando el mundo se detiene. Cuando no hay nadie ni nada más. Cuando la vida toma sentido sólo con su presencia. Cuando se recuerdan fragancias, gustos, tactos y sonidos. Cuando la vista recibe lo que guarda el corazón. Cuando los abrazos son imprescindibles. Cuando la distancia no aleja. Cuando la cercanía es intimidad. Cuando todo resplandece a pesar de las oscuridades. Cuando las reconciliaciones son tan necesarias como hermosas. Cuando los perdones son mutuos. Cuando los aciertos son mutuos. Cuando las miradas dicen todo. Cuando recordamos “ese” lugar. Cuando recordamos “ese” paseo. Cuando recordamos “ese” beso. Cuando recordamos lo incompletos que estábamos antes de conocernos. Cuando recordamos. Cuando reímos. Cuando hablamos. Cuando contemplamos. Cuando nos tomamos de la mano. Cuando soñamos. Cuando tenemos diferencias. Cuando nos complementamos. Cuando nos necesitamos. Cuando vemos nuestros frutos. Cuando parimos vidas. Cuando decimos “sí”. Cuando decimos “no”. Cuando decimos “sólo por vos”. Cuando hablamos por el otro. Cuando somos uno. Cuando nos respetamos las individualidades. Cuando la vida nos golpea. Cuando el destino nos acaricia. Cuando hay carencias. Cuando hay abundancias. Cuando optamos. Cuando tomamos riesgos. Cuando nos jugamos la vida. Cuando ponemos la pava. Cuando la verdad molesta, pero construye. Cuando construimos. Cuando derribamos. Cuando imaginamos el futuro. Cuando nos emocionamos con el pasado. Cuando vivimos el presente a la par. Cuando “somos mucho más que dos”. Cuando aún hay cosquillas. Cuando aún hay inseguridades. Cuando aún hay lágrimas. Cuando aún hay carcajadas. Cuando nos regalamos. Cuando nos entregamos. Cuando festejamos…
...cuando todo esto ocurre, y además de manera casi inconsciente, es decir: cuando después de un tiempo, aún seguimos eligiendo cada día a esa rosa única, especial, mágica e irremplazable…. la nuestra… que elegimos un día hace mucho… allí es cuando podemos estar seguros de saber qué es el amor, de que alguna vez lo sentimos, y de que hoy seguimos enamorados…
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viernes, 8 de octubre de 2010

Nuestra pequeñez para encontrar la salida


El final de la historia dice que siempre hay una salida. Pero para llegar a ese punto hay que recorrer un largo y difícil camino teniendo en cuenta que:

Lo primero que hay que considerar es el hecho –poco aceptado pero indiscutible- de que somos diminutos, pequeños, sólo un punto en medio de las inmensidades que nos toque habitar. Con sólo poder mirar la cotidianeidad desde arriba (sin necesidad de irnos demasiado alto), quedará en evidencia de que naturalmente somos chiquititos.

Luego hay que tener en cuenta que todo el recorrido que nos toque transitar tendrá irregularidades, subidas, pendientes, grietas, quebradas, desniveles, alturas, profundidades. Además será largo, ancho, siempre nuevo, siempre distinto, siempre cambiante. Pero si hay algo que nos caracterizará, es la caminata constante, sin pausa, y dando pasos firmes y seguros por más que sean lentos y cortos.

Después, por más que nos peses, estaremos solos. Si bien en el camino nos cruzaremos con semejantes (en condición y en situación), seremos exclusivos dueños de las alternativas que tomemos y de los senderos que desechemos. Y en la mayor parte de la aventura, enfrentaremos las inclemencias sin compañía. Y más aún, en los tramos inmediatamente previos a la salida, allí tampoco habrá nadie más. La soledad del caminar y la del salir nos garantizarán que hemos caminado justificadamente, porque habremos fortalecido el espíritu. Y el camino habrá sido el nuestro.

Así, otro elemento es la salida misma. ¿Cómo la identificamos? Aparte de ser muy notoria, amplia e imponente (no será un pequeño huequito por dónde muy pocos pueden pasar y que casi nadie divisa), sabremos que estamos muy cerca cuando las oscuridades cedan ante la luz que se transmite por la abertura.

Y saldremos por un costado. No por el centro ni con grandilocuencia. No habrá grandes ceremonias para festejar nuestra hazaña. Será simplemente un momento más para el resto, pero para nosotros será un quiebre, un instante trascendental. Cuando hayamos pasado ese delgado límite que separa el “estoy casi llegando” del “salí”, él único que lo notará será nuestro orgullo.

Y sí, al final de la historia siempre hay una salida. Pero cuando la encontramos y la cruzamos, es muy sano darse cuenta que lo importante no era la salida, sino el caminar. Eso es lo que dignifica y engrandece… a pesar que seamos pequeños como una hormiga.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Y: Complementos


Él y ella. Blanco y negro. Azul y rosa. Día y noche. Café y leche. Anillo y dedo. Sol y luna. Papel y lápiz. Agua y aire. Amor y odio. Vida y muerte. Luz y sombra. Cara y cruz. Deseo y apatía. Padres e hijos. Nietos y abuelos. Sed y agua. Helado y cucurucho. Alma y cuerpo. Arroz y leche. Silla y mesa. Trabajo y descanso. Utopía y realidad. Lucha y apatía. Brazos y piernas. Sí y no. Abrochadora y ganchitos. Tenedor y cuchillo. Teclado y mouse. Música y baile. Cepillo y dentífrico. Lluvias y sequías. Sábanas y frazadas. Ducha y toalla. Mate y yerba. Peine y pelo. Aceleración y freno. Leer y hablar. hablar y escuchar. Unir y separar. Entregar y recibir. Hambre y comida. Novio y novia. Vista y oído. Hola y chau. Buen día y buenas noches. Retener y liberar. Pizza y queso. Claridad y oscuridad. Salir y entrar. Karting de varón y triciclo de nena…

Complementamos. Sumamos. Aumentamos. Conjugamos. Encajamos. Enfrentados unos con otros, evidentemente distintos, nos damos cuenta que somos incompletos, parciales. Porque necesitamos del otro para ser, para crecer, para estar, para vivir, para seguir… y también para hacernos conscientes de nuestras potencialidades, de lo que podemos, pero también de nuestras limitaciones, de lo que no podemos…

Cuando los extremos se tocan, se juntan, allí tenemos el indicio de algo: estamos honrando la vida, no sólo la nuestra sino esencialmente la de los otros… porque miramos de frente al que es muy distinto a mí y lo reconozco como alguien tan valioso como yo.

domingo, 3 de octubre de 2010

Cuando la escalera se termina




- ¿Hacia dónde vas?
- Hacia arriba, ¡siempre hacia arriba!
- ¿Por dónde vas?
- Por donde sea, por todo camino que me conduzca hacia lo más alto.
- Por ejemplo, esa escalera…
- ¡Claro!
- ¿Y hasta dónde querés llegar?
- Hasta lo más alto que pueda.
- ¿Y para qué querés llegar tan alto?
- Para subir, para crecer, para mirar desde arriba las cosas, para ascender, para escalar, para trepar, para no quedarme acá abajo…
- ¿Y por qué querés llegar tan alto?
- …
- ¿Y cuando no haya algo más alto, cuando no haya más camino posible, cuando los recursos para subir se acaben, cuando la escalera se termine?
- …
- Y después que destinaste toda una vida para ascender a la mayor altura jamás imaginada, cuando no puedas emprender una nueva aventura, ¿qué vas a hacer?
- …
- ¿Quedarte ahí? ¿Bajar? ¿Descender un poquito a propósito para volver a subir? ¿Disfrutar sólo de esa altura alcanzada? Porque a medida que uno sube más y más, el camino se hace más angosto y al final no hay lugar más que para uno, el que está escalando… los demás, todos los demás, quedan escalones debajo.
- ¡Pero yo llegué!
- Cierto. Querer estar cada vez más alto no está mal. Lo preocupante es cuando no sabemos porqué ni para qué. Y peor aún cuando en el camino vamos dejando parte de nuestra identidad, de nuestra esencia, de lo que nos hace humanos, además de los vínculos fundamentales que desechamos. Tendríamos que recordar siempre, cada vez que queramos trepar un peldaño más, que la escalera algún día se termina. Y en ese mismo instante, preguntarnos: ¿vale la pena entregar toda mi vida por este paso?
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