miércoles, 26 de enero de 2011

Firmes y buscando el sol


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Y sí. Cuando nos paramos y nos ponemos de frente, a algo o alguien le damos la espalda. Cuando elegimos mirar hacia un lado (dentro de los infinitos posibles), dentro de esa elección está implícita la renuncia. Optar es renunciar. Renuncia que puede provocar temores y ansiedades por el hecho de abandonar lo seguro. Además el riesgo de que no se comprenda, es muy alto. Y allí reside el desafío. Seguir apuntando, a pesar de todo y de todos, hacia el sol que cada uno eligió como manantial del que se alimenta, al que se dirige, el que le da sentido a cada paso, el que mantiene el sueño encendido. Ese sueño único y tan propio como la sangre. Porque hay que tener sangre en las venas para perseguir un sueño. Estar vivo. Estar bien plantado en nuestro lugar. Firmes. Pero con la flexibilidad necesaria como para acomodarse a los cambios, a los vientos, a las amenazas, a los días nublados, a las noches. Teniendo como premisa excluyente buscar siempre el sol. Y cerrando nuestros pétalos cuando deben servir de protección.

Nuestro centro apunta a la luz. Por ello dejaremos detrás aquello que no nos permite crecer, incluyendo la oscuridad misma. Y lo haremos a pesar de las heridas que nos quedaron del camino transitado, esos pétalos que aún muestran las huellas de la última tormenta.

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