martes, 7 de diciembre de 2010

El Cielo en el suelo


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No siempre podemos estar con la mirada en alto, caminando por la vida con la seguridad de que pisamos en tierra firme y que ningún obstáculo será imprevisto ni mucho menos limitante de nuestra marcha. En esos momentos en los que nuestra cabeza se inclina –por pena, por angustia, por cansancio, por entrega, por desinterés, por sinsentidos, por…- ahí es cuando se nos presenta un interesante desafío: encontrar la inmensidad en la pequeñez, la claridad en la penumbra, la salida en la profundidad, la bóveda en el sótano… en fin: el Cielo en el Suelo.

Eso que transitamos y de lo que no desprendemos nuestra desorientada mirada, se convierte imprevistamente en el reflejo de aquello que anhelamos. Nunca esperamos, en medio del fango oscuro, encontrarnos con un halo de esperanza contenido en un simple hueco. Pero así aparecen los signos de vitalidad, de repente, sin mucho estruendo y destinados a  cada uno de nosotros, con nombre y apellido.

Si nos permitimos estar cabizbajos, quizás allí, al ser conscientes de ello, estaremos comenzando a revertir lo que nos aqueja. Símbolo de esta transformación será que hallaremos el cielo despejándose justo frente a nuestros ojos perdidos en la tierra. La maravilla de este espectáculo nos hará, luego, erguirnos y mirar hacia lo alto.

- Viste… parece que el hueco tuviera forma de corazón…

- ¿Cuál? ¿Ese charco?

- No… ese que tiene el Cielo…

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