jueves, 18 de noviembre de 2010

Cuando se cortan las energías


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Por más que procuremos prever las reservas para todo el camino, hay momentos en los que las energías se cortan. Uno no sabe bien porqué (o no se quiere dar cuenta, o no escuchó los presagios), pero lo concreto es que los cables que permitían que siguiéramos el recorrido, aquello que creíamos inagotable, ahora es finito, limitado.

Quizás estiramos demasiado el conducto (que por cierto es de acero resistente, lo cual agrega una cuota más de incertidumbre a la situación). Quizás alguien se posó y eso generó el quiebre. Quizás era muy fuerte al principio, pero las inclemencias del tiempo lo fueron haciendo más endeble y frágil. Quizás hicimos mal los cálculos y en realidad no había potencia para tan largo recorrido. Quizás minimizamos aquellas pequeñas rajaduras que iban preanunciando un tajo mayor. Quizás…

Pero aquellas conjeturas no nos llevan a ningún lado, y especialmente no sirven para revertir el corte de las energías. Tampoco tiene mucho sentido lamentarse y lamentarse sobre lo ocurrido. Porque allí sigue el cable sesgado y flojo.

Lo que sí podemos hacer es aprovechar la situación, mirar para atrás y observar todo aquello que recorrimos, sincerarnos con nosotros mismos y descubrir que en realidad hicimos mucho más de lo que habíamos proyectado.

Y por otro lado, este límite imprevisto nos sirve para sabernos humanos, imperfectos, vulnerables, falibles, no omnipotentes.

A veces, aquellos instantes trágicos y extremos se aparecen en nuestras vidas para darnos una lección que de otra forma no aprenderíamos.

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