miércoles, 10 de noviembre de 2010

Un ocaso con luz


Atardecer amarillo [1024x768]

Que el nacimiento del día trae la luz, no es novedad. Pero que el cierre de una jornada también traiga consigo un resplandeciente espectáculo, eso sí que llama la atención.

Todo se va poniendo oscuro y la sombra va ganando terreno segundo a segundo. Las penumbras se vuelven evidentes e invasivas. Lo negro absoluto parece no frenar su marcha… Sin embargo, aún queda un importante vestigio de luminosidad que se sigue abriendo paso ante aquello que convierte todo en anónimas siluetas.

Y es que la luz no depende de un tiempo o de un espacio en especial. Imponente, aparece cuando necesita recordarle a la oscuridad quién manda, quién tiene la autoridad, quién tiene la última palabra, quién lucha hasta al final, quién volverá en unas horas.

Así, ocaso no es sinónimo de decadencia ni de desesperación ni de desorientación. El final del día no es el final de la luz. El inicio de la noche no es el inicio de la negritud. Y esto vale tanto para cada uno como para todos. Porque la luz no es egoísta y siempre busca dejar en evidencia su esplendor… aunque en apariencia se esté escondiendo.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

El amanecer es como el comienzo de algo, el atardecer el cierre de un ciclo, no para dar final sino para tomar fuerzas y seguir al otro día...

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