Paradójicamente, aquella noche las rejas me liberaban… me liberaban de aquel espectáculo cuasi dantesco en el que las luces y el viento eran los protagonistas absolutos.
Aquellos a quienes la tormenta había agarrado en plena ida o en pleno regreso, querían ir más rápido que los refucilos (y a veces lo lograron…).
Estelas de luces de los autos, destellos de luces de los relámpagos, los faroles de la calle, resistiendo el viento, como testigos inmóviles sin demasiadas alternativas, y la ausencia de luz allá, detrás de estas luces, donde todo era incertidumbre, donde nadie quería ingresar…
Las rejas, decía, me liberaban de aquello…
Mientras tomaba las 270 imágenes que componen el video que sigue (que fue hecho usando la técnica de stop motion), pensaba: “Muchas veces aquello que nos encierra en realidad es lo que nos permite permanecer, subsistir, para luego proseguir con nuestro camino, una vez que la tormenta, las oscuridades y los refucilos se hayan apartado. Las luces no siempre sirven para iluminarnos… a veces asustan, espantan, nos invitan a evitarlas, a huir de ellas”.
Sin embargo, seguí pensando, “espectáculos así nos traen desconciertos, reflotan miedos, generan angustias… y forman parte de nuestras vidas… inevitablemente… y debemos mirarlos, aunque sea detrás de la seguridad de una reja”.
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