¿Pasó mucho tiempo?… ¿Un día? ¿Una hora? ¿Un minuto? ¿Un segundo?… ¿Hace cuánto que tomé la decisión de esperar…?
Amanece… y la postal sigue siendo la misma…
Tengo seguridades que son las causantes de mi incertidumbre: El sol no apareció; no es de noche; sigue allí –inmutable, como en una foto- aquella cortina gris impenetrable; el camino sigue viéndose sólo por unos metros…
Pero… asoma lo que parece ser una esperanza: una pequeña luz se abre paso por entre la espesura.
Y de nuevo aquellas mismas preguntas: ¿Qué hago?: ¿Camino? ¿Me sigo quedando inmóvil? ¿Regreso?… ¿Sigo esperando? Y si lo hago… ¿qué espero?
Y un interrogante más: ¿Llegó eso que esperaba?. Aquí sí hay respuesta y es: No.
En este amanecer sin sol, mi decisión había sido esperar… esperar hasta que otra imagen renovara mis esperanzas de hallar algo que me ilumine… y esa imagen llegó.
(¡Qué diferentes son los cuentos a la vida real!)
Esa luz no es la que esperaba, no es la que quería, no es la que había soñado… pero al fin y al cabo es una luz. Y esa es una certeza que no puedo ignorar.
Ahora el curso de lo que ocurra ya no depende de la espera… ahora todo está atado a ese punto luminoso y a lo que me arriesgue…
Y decido ir al encuentro de esa pequeña esperanza…
¿Tengo más alternativas? Sí. Y opto. Y me pongo en marcha… (y lo que pase será parte de otra historia…)
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