En medio de las oscuridades, de las adversidades, de los desconsuelos, de los sinsentidos, de las amarguras… y cuando creemos que se termina el día sin que nada haya roto con esa desconcertante monotonía, allí –justo en ese instante- es cuando se abre una hendija de esperanza en el horizonte (donde todo termina; donde todo empieza).
¿Qué nos pide a cambio? Sólo estar allí. No dejarla pasar inadvertida. Y admirar su silenciosa presencia, tan imponente como serena…
En fin, quedarse quieto –y así saberse humilde- ante semejante esfuerzo de ¿la naturaleza? / ¿el destino? / ¿dios? / ¿Dios'? que termina en un tajo de luz.
2 comentarios:
ojalá siempre podamos ver es luz que marca una nueva oportunidad... no quiero quedar ciega... no quiero.
Comparto plenamente... Gracias!
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