lunes, 2 de agosto de 2010

Barreras


No son simples y corrientes obstáculos; son verdaderas barreras que se nos presentan al menos una vez en nuestro caminar. No son imponentes ni deslumbrantes, pero cumplen su único cometido de no dejarnos seguir, de detener nuestra marcha, de no dejarnos pasar…

Cuando se plantan frente nuestro, hay un detalle que no pasa desapercibido ni que es menor: si bien su función es prohibir, alterar, paralizar, hacer retroceder… a la vez siempre nos permiten ver aquello que ellas mismas hacen inaccesible… Cruelmente, por algún rincón nos dejan ver lo que sigue, nos lo hacen desear, nos hacen imaginarnos cómo sería estar allí… pero nada más… porque el camino está vedado…

Y para peor, estamos seguros que ese sendero es el que elegimos, el que nos conviene, el que se presenta como la mejor alternativa… lo sabemos y no podemos avanzar… y eso genera, al menos, una frustración mayor…

¿Alternativas? Muy pocas. La única opción está en cambiar el foco de atención, en centrar  la mirada no en la barrera, sino en el camino; no en lo que nos frena; sino en lo que nos permite seguir en movimiento; no en la frustración, sino en la esperanza…

….Y en ese proceso habrá pasado al menos una de estas cosas: o los cercos habrán desaparecido, o habremos encontrado otro lugar por donde seguir nuestro camino… ¿Por arte de magia? No. Por el simple hecho de perseverar.

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