lunes, 9 de agosto de 2010

Imperfectamente bellos


Cuando uno se acerca al centro, al eje, al origen de las ramificaciones de nuestra vida, allí seguro notará con nitidez algo en en el interior que está desencajado, que está fuera de lugar, que se orienta para otro lado… que es diferente…

En esos casos, la belleza exterior de poco sirve, porque ya hemos sido vulnerados por la mirada que nos desnuda, que nos muestra frágiles, que nos presenta al mundo con los defectos y las virtudes que poseemos (los primeros queremos esconderlos y más se hacen notar; las segundas siguen brillantes como siempre)…

Lo que pasa es que nos hemos animado a encontrarnos cara a cara con nuestros detalles. Nos acercamos tanto a mirarnos que se hace imposible ignorar lo que se ve…

Que nos guste o no, que lo toleremos o no, que queramos mostrarlos o taparlos, que los camuflemos o los expongamos, que nos quedemos o huyamos… no debería ser la cuestión principal… lo esencial debería ser darnos cuenta que tenemos impurezas que nos hacen imperfectamente bellos…

No hay que tener miedo: los deslumbrantes colores, los cautivantes aromas y la firme estampa que nos permite erguirnos y diferenciarnos del resto siguen allí, no desaparecen… es más: se realzan cuando tenemos el coraje de dejar las apariencias y mirarnos sinceramente.

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