viernes, 17 de septiembre de 2010

Cuando lo olvidemos, nos sentemos en el pasto de una plaza…


 

Lo esencial. Lo verdaderamente importante. La paciencia. La entrega. La serenidad. La mansedumbre. La ayuda que se pide. La ayuda que se da. Ambas sin pedir nada a cambio. La compañía. El entenderse y entenderla. Los respetos por los tiempos, por los ciclos, por las demoras. Los pasos que se dan honrando el anterior y preparando el terreno del que ya viene. Pero todo a su tiempo. En el instante que debe ser. Ni antes ni después. Ni acelerado ni demorado. En el lapso justo para respetar a quien origina esos pasos. El centrarse en un único objetivo por vez. Siempre con la meta de llegar. Siempre con la meta de disfrutar el camino. Siempre con la meta dar cada paso como si fuera el último. Y con la pasión de como si fuera el primero. No decir nada. Porque no hay nada para decir. Porque se dice todo con el caminar. Y con la mirada. Y con los ojos. Y con las arrugas de los ojos. Y cuando se dice algo, asegurarse que sea real y vitalmente necesario. Admirar y sorprenderse. Por el camino. El que viene y el que ya fue. Y por las experiencias. Las que ya fueron y las que pueden venir. El pelo blanco como muestra de la pureza, de la trascendencia, de la sabiduría que no necesita tinturas. Porque quiere mostrarse sabia. Cotidianamente sabia. Sabiamente cotidiana. Y el camino. El sendero que se transita una y mil veces. Siempre igual, siempre nuevo. Nunca monótono. Nunca cuestionado. Nunca esquivado. Siempre transitorios. Porque llevan a nuevos caminos. Hasta llegar al que se cree el último, que vuelve a bifurcarse. Y se tiene que volver a elegir uno. Y a transitar. Y a disfrutar. Y a honrar. Y descubrir…

 

…así es la vida cuando la vorágine de la existencia se acaba y le da paso (porque le permitimos o porque el cuerpo ya maduro nos dice “hasta acá”) a la contemplación y a la saludable lentitud del caminar… inclusive puede ocurrir que tengamos que agarrar del brazo a un par, para poder seguir… pero igualmente siempre en esta etapa lo importante es recorrer pausada y pacientemente las sendas que se nos presenten…

 

Pregunto: ¿Hace falta llegar a la cúspide de la vida para desde allí darnos cuenta que lo verdaderamente esencial era sólo un pequeño puñado de experiencias, y que lo demás es desechable?

Cada vez que lo olvidemos, nos sentemos en el pasto de una plaza: seguramente por allí pasarán dos ancianas que nos lo recordarán…

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